Un soplo fuerte, inesperado y frío,
por los senderos libres y desiertos
barrió las secas galas del estío...

M. Hernández

domingo, 18 de agosto de 2013

Desesperación en Somalia por un futuro sin Médicos Sin Fronteras

Maryan Muse está sentada junto con sus cuatro hijos frente a la puerta cerrada del centro médico Jaziira en la capital de Somalia, Mogadiscio, con lágrimas en los ojos y sumida en el desaliento.
"¿Quién ayudará ahora a mi familia?", pregunta esta madre soltera, alzando sus manos al cielo, mientras se enfrenta a un futuro sin la asistencia de la organización Médicos Sin Fronteras (MSF).
Al igual que miles de otras familias somalíes, Muse y sus hijos dependían de los servicios médicos gratuitos provistos por MSF. En Somalia, un país golpeado por el conflicto armado, prácticamente no existe un sistema de salud público.
Pero el 14 de agosto, MSF anunció que se retiraba de Somalia debido a los constantes ataques a sus trabajadores, incluyendo asesinatos y secuestros. En los 22 años que trabajó allí, 16 miembros de la organización fueron asesinados por grupos armados.
"El cierre de nuestras actividades es un resultado directo de los ataques extremistas contra nuestro personal", dijo el presidente de MSF, Unni Karunakara.
La inseguridad continúa reinando en Somalia, donde el nuevo gobierno, formado hace casi un año, ha estado intentando restablecer la paz y la estabilidad.
Un ejército mal equipado, respaldado por casi 18.000 pacificadores de la Unión Africana, ha tratado de combatir a la milicia radical islámica Al Shabaab y a los señores de la guerra rivales y recuperar el control sobre el sur del país, sin éxito tangible hasta el momento.
"Algunos (de mis colegas) fueron asesinados, heridos, hostigados o secuestrados para conseguir dinero de rescate", dijo Ahmed Sheikh Osman, un colaborador de logística de MSF que perdió esta semana su empleo, al igual que otras 1.500 personas que la organización había contratado en Somalia.
Osman y sus colegas se unirán ahora a las masas de desempleados, con escasa perspectiva de conseguir un nuevo trabajo. Más de la mitad de los adultos están desocupados en el país, que tiene unos 10 millones de habitantes, según datos de Naciones Unidas.
Pero los más afectados por el retiro de MSF serán los cientos de miles de pobres somalíes que no pueden pagar por atención médica privada ni medicamentos. Alrededor de tres cuartos de la población de Somalia vive en la extrema pobreza, sobreviviendo con menos de dos dólares al día.
"Mi bebé está enfermo. No sé adónde ir para recibir atención médica gratuita desde que MSF nos dejó. No tengo dinero para comprar medicamentos en las farmacias privadas o en el hospital local", dijo Asho Du'alle, madre de tres niños, quien en la desesperación está haciendo fila frente a la clínica Jaziira, pese a que sabe que MSF se retiró del país.

Saqueo de equipos médicos

Durante muchos años, MSF proveyó de modo gratuito consultas médicas, medicamentos, vacunas y suplementos nutricionales a la población de Somalia. Todo eso terminó.
En el momento en que la organización de asistencia humanitaria anunció su partida, miembros del grupo Al Shabaab, vinculado a Al Qaeda, aparecieron y tomaron por la fuerza instalaciones fundadas por MSF en las regiones de Middle Jubba y Bay, saqueando los equipos médicos y suministros que quedaban allí, relataron testigos a dpa.
"La realidad es que en algunos lugares no habrá asistencia médica para las personas que viven allí", admitió Karunakara. "Simplemente debemos enfrentar ese hecho".
Para muchos somalíes, esto podría equivaler a una sentencia a muerte.Un 71% de la población ya está desnutrida, según estadísticas del Programa de Desarrollo de la ONU. La expectativa de vida es de apenas 50 años, en comparación con el promedio mundial de 70 años.
Los niños, los más vulnerables, serán los más afectados. Con 180 bebés muertos cada 1.000 nacidos vivos, Somalia registra una de las tasas de mortalidad infantil más altas del mundo, según la Organización Mundial de la Salud.
El médico Ali Abdullahi Warsame, ministro de Salud del estado norteño de Puntland, calificó de "desalentador" el retiro de MSF.
El gobierno somalí pidió el jueves a MSF que revise su desición. "Afectará directamente a las vidas de miles de personas vulnerables", dijo Maryan Qasim, ministra de Desarrollo Humano y Servicios Públicos.
"Tememos que esta decisión conduzca a una crisis humanitaria catastrófica".

Somos una organización de voluntarios, no somos mártires

José Antonio Bastos se conecta a Internet para la entrevista en el ordenador de la oficina de Médicos sin Fronteras (MSF), en Nairobi, capital de Kenia. Desde allí se controlaba, hasta el martes pasado, la labor de la ONG en Somalia. Pero la organización cesó el miércoles todos sus programas en aquel país, en el que el médico español ha trabajado varios años en diferentes etapas.
La escalada de violencia contra miembros de la organización responde al porqué de esta decisión. En diciembre de 2011, sus dos compañeros Philippe Havet y Adrias Karel fueron asesinados en un tiroteo en las propias oficinas de MSF en Mogadiscio. Un acontecimiento que abrió el debate de la retirada del país. “Pero no podíamos hacerlo”, afirma Bastos. Dos cooperantes españolas, Montserrat Serra y Blanca Thiebaut, habían sido secuestradas en octubre de ese año. “Si ellas no hubieran estado cautivas, nos habríamos retirado de Somalia antes. En cuanto fueron liberadas hace un mes, se montó una discusión interna desgarradora”, asegura.
Unos defendían permanecer en el país “por deber moral”. Otros, que había que marcharse ante una situación de riesgo “inadmisible” que no era la primera vez que se producía. Entre los partidarios de quedarse estaban, pese a sus 21 meses de sufrimiento, Serra y Thiebaut. “Lo primero que dijeron al bajarse del avión fue: ‘No nos vayamos de Somalia”, recuerda Bastos, presidente de MSF España, que compartía esa opinión hasta que liberaron al culpable de la muerte de los compañeros belgas solo tres meses después de su condena a 30 años de cárcel. “Nadie protestó”, se queja.
En 1991 comenzó la guerra civil somalí. Ese mismo año, la organización médica acudió al auxilio de los ciudadanos. Solo un año después, Bastos se trasladó a la frontera entre Kenia y Somalia para dar asistencia médica a los refugiados en la zona. Entre 1994 y 1996 vivió en Mogadiscio, la capital, donde actuaba como jefe. Los siguientes ocho años visitó con frecuencia y por temporadas el terreno como responsable de operaciones de emergencia.
La conexión no es buena y se corta varias veces. Las interferencias y la frialdad de una pantalla no son, sin embargo, suficiente impedimento para que llegue la imagen de Bastos, con el gesto entre triste e indignado. “No nos han dejado otra alternativa”, repite agachando la cabeza. “Aunque seamos una organización formada por voluntarios comprometidos, entusiastas, que asumimos riesgos para ayudar a otras personas en situación difícil, no somos mártires. Respetamos la vida humana, pero también las nuestras”, justifica.
El miércoles pasado, el dirigente de la delegación española acompañaba en la mesa al presidente internacional de la entidad, Unni Karunakara, en el momento en el que este anunciaba la salida de la ONG del país africano después de 22 años. Una decisión acordada por todas las secciones de la entidad en el mundo. Solo hay un precedente de una retirada como esta: se produjo en 2004 cuando Médicos sin Fronteras se marchó de Afganistán por los mismos motivos: la situación de inseguridad de su personal era extrema.
La quincena de expatriados —tres equipos de unas cinco personas— que quedaban en Somalia se han marchado en las últimas semanas, la mayoría la pasada, “sin llamar la atención y con mucha precaución. Cuando hicimos el anuncio no quedaba allí nadie, hubiera sido peligroso”, confirma Bastos. En 2011 llegaron a ser 70 trabajadores internacionales, como respuesta a la hambruna que se produjo en ese país. Pero desde el asesinato de los cooperantes belgas, esa cifra no había dejado de descender.
Atrás dejan los ocho hospitales en los que trabajaban, los nueve distritos en los que disponían de consultas de atención primaria y programas contra la desnutrición, el cólera, la malaria, la tuberculosis o la mortalidad materna en un país en el que 1.000 de cada 100.000 mujeres fallecen al dar a luz. “Las instalaciones de MSF pasarán a manos de líderes locales, que no sabrán cómo gestionarlas, u otras ONG”, anuncia Bastos con la voz quebrada. Solo en 2012, la organización atendió a más de 624.000 pacientes y puso 58.620 vacunas.
El año pasado, MSF invirtió 25 millones de euros en distintos programas en aquel país. Los fondos han ido creciendo a la par que los problemas. “La situación allí es dramática. La polio está haciendo estragos aunque está erradicada prácticamente en el mundo. Pero la desconfianza de los grupos armados impedía que vacunásemos con normalidad”, lamenta.
En aquel país devastado, “con edificios agujereados por dos décadas de guerra”, recuerda el médico español, se quedan también más de 1.500 compañeros, empleados somalíes, cuyos contratos con la organización quedarán extinguidos. A los responsables en el terreno se les informó pocas horas antes que a la prensa del cese de actividad, en reuniones y con videoconferencias. “Entendieron los motivos aunque les estábamos diciendo que perdían su trabajo”, asegura Bastos que estuvo presente. Se les pagará su correspondiente indemnización y MSF les ayudará para que encuentren otro empleo o intentará reubicarlos.
“Ellos también han asumido riesgos y han sido asesinados”. Y ahora, ¿corren algún peligro? “No lo creemos, aunque estaremos atentos. Lo que sí hemos hecho es darles instrucciones para que si se producen saqueos de nuestras instalaciones, no intenten pararlos, que no se arriesguen”. Ya nadie se lavará con el agua sacada de un pozo en la central de MSF en Mogadiscio antes de acudir al hospital en un país que tiene que curar muchas enfermedades comunes y una muy grave: la guerra

miércoles, 14 de agosto de 2013

Médicos sin fronteras se retira de Somalia

La organización humanitaria Médicos Sin Fronteras (MSF) ha anunciado su retirada de Somalia por los "ataques" que sufre su personal, en un contexto en el que grupos armados y líderes civiles "apoyan, toleran o condonan" esa violencia.
MSF ha informado de que cerrará sus programas médicos en toda Somalia, incluyendo los de la capital Mogadiscio y los suburbios de Afgooye y Daynille, así como los de Balwad, Dinsor, Galkayo, Jilib, Jowhar, Kismayo, Marere y Burao. En esos lugares, más de 1.500 empleados proporcionan una gama de servicios que incluyen: la atención primaria de la salud gratuita, el tratamiento de la desnutrición, la salud materna, la cirugía, la respuesta a la epidemia, las campañas de vacunación, agua y suministros de socorro.
"Durante 22 años de historia de trabajo en Somalia, 16 miembros de MSF han sido asesinados y la organización ha experimentado docenas de ataques contra su personal, ambulancias e instalaciones médicas desde 1991", ha dicho el presidente internacional, Unni Karunakara, en rueda de prensa celebrada en Nairobi (Kenia) junto al director general de MSF Holanda, Arjan Hehenkamp.
"Cerramos nuestros programas en Somalia porque la situación en el país ha creado un desequilibrio insostenible entre los riesgos y los compromisos que nuestro personal debe asumir y nuestra capacidad de proporcionar ayuda al pueblo somalí", ha indicado Karunakara. MSF siempre había negociado con los grupos armados y las autoridades en todos los lados e incluso recurrió a la contratación de guardias armados, algo que no se puede hacer en cualquier otro país, dijo el presidente internacional de la ONG, y agregó: "Pero hemos llegado a nuestro límite".
La decisión de abandonar el país es un duro golpe a los esfuerzos del Gobierno para persuadir a los somalíes y a los donantes extranjeros de que la seguridad en el país ha mejorado a pesar del rebrote de la insurgencia islamista.
MSF destacó también, como ejemplo de esa difícil situación,el secuestro de las cooperantes españolas de MSF Montserrat Serra y Blanca Thiebaut, raptadas en octubre de 2011 en Kenia, retenidas en Somalia yliberadas el pasado julio tras 21 meses de cautiverio. La organización también ha recordado "el brutal asesinato de dos trabajadores de la ONG en Mogadiscio en diciembre de 2011 y la rápida liberación del asesino convicto".
"En la elección de matar, atacar y secuestrar a los trabajadores de ayuda humanitaria, los grupos armados y las autoridades civiles que toleran sus acciones, han sellado el destino de innumerables vidas en Somalia", ha dicho. Unni Karunakara