Un soplo fuerte, inesperado y frío,
por los senderos libres y desiertos
barrió las secas galas del estío...

M. Hernández

jueves, 23 de febrero de 2012

El gran vuelo de la memoria




Hace ya unos meses teníamos una memoria cargada de impotencia, rabia y dolor, mucho dolor. Nos arrastrábamos como los reptiles buscando la humedad  en los desiertos imaginarios de la incomprensión. Y nada encontrábamos que no fuera la burla de nuestra sombra.
Así hemos estado algún tiempo, luchando en las madrugadas con tantos y tantos recuerdos y con tantas y tantas respuestas sin preguntas. Lo que pasó ya pasó, sencillamente, y hemos aprendido en el tanteo de la conciencia que buscar en los desvanes oscuros de la memoria no tiene mucho sentido. Somos pilotos astutos contratados para este viaje, y miramos el futuro con la sencillez humilde del destino.
Y hace ya algún tiempo que una memoria renovada de sonrisas y conversaciones reparadoras del mundo en las alfombras de los desiertos más puros –aquellas alfombras y aquel té -, despegó majestuosamente. Hemos abierto las alas, inyectado centenares de toneladas de alegría en nuestros motores y hemos volado ya hacia un punto controlado y conocido. Tal vez el frío del espacio nos mantuvo atentos, y por ello dormimos poco en estas madrugadas, pero no importa. La trayectoria está definida y las últimas órdenes enviadas a nuestra memoria fueron muy precisas.
Todo ha sido calculado por una mano invisible que nos lleva por este sendero, y nos alumbra constantemente, nos dirige por los radiofaros y las cartas de navegación, a la espera del gran encuentro.
Estamos seguros de que hay un gran náutico en este viaje que nos lleva con seguridad por las arterias conocidas de la imaginación, y en él confiamos en exceso, ciegamente. Ha sido un viaje duro, donde mantener el rumbo nos ha llevado muchas veces al límite de la cordura, pero somos valientes y hemos llegado al final.
La memoria, en su vuelo tangencial por el espacio, controlada por líneas imaginarias ha ido al encuentro de la esperanza. Ya estamos acoplando las dos naves. Se miran como en un baile de enamorados antes de pasar a una gran aproximación más tangible. Se han observado durante algún tiempo en la inmensidad del espacio y parece que los últimos metros han sido toda una fiesta de cálculos y trayectorias en la madrugada. El gran beso ya se ha producido.
En el encuentro milenario de la palabra voluptuosa y los números esqueléticos, hemos comprobado que nos hemos acoplado perfectamente, lentamente. Todos los compartimentos se han abierto para celebrar esta gran fiesta espacial de la memoria y la esperanza. Y una gran luz ha llegado desde muy lejos para dar otras órdenes, todavía más precisas, todavía más concretas. Toda la tripulación está en sus puestos y espera con una gran sonrisa colectiva los nuevos parámetros.
Hemos rehecho de nuevo los cálculos, los ordenadores se han llenado de datos y apuntes y todo está ya en marcha para la gran aproximación. Estamos ya preparados para el gran descenso, para aguantar los mejores vientos, para encontrar los mejores aeropuertos. Y sobre todo para observar mares, océanos y desiertos en este gran viaje siempre esperado.
Nuestra bitácora de vuelo ha comenzado con una nueva fecha, y es la fecha de tantos y tantos recuerdos ahora bañados por una esperanza que nos lanza ya en esta gran aproximación. Las cartas se han renovado y las sendas de planeo han sido estudiadas con una gran precisión. Hemos probado los flaps y los alerones y todo funciona correctamente y sólo cierto exceso de carga –tanta alegría- nos preocupa un poco, pero como este es un vuelo imaginario  hemos prolongado las alas para una mayor sustentación.
Las agujas de los relojes y los avisos sonoros en la cabina de mando se suceden y la gran algarabía no es sino la premonición de todo un vuelo que está por comenzar. El ir y venir de toda la tripulación nos presagia lo mejor, y hay toda una renovación del espíritu fácil de comprender.
Las grandes bobinas se han calentado y la ignición es ya inminente
Las bodegas se han llenado de sonrisas y este gran artefacto de recuerdos y esperanzas está ya preparado. Disponemos también de los mejores pulmones para aguantar tanta emoción y los corazones se cubren ya de toda una dosis de luz difícil de observar.
Toda la gran plataforma está dispuesta ya para planear y aterrizar con exactitud.
La tripulación se despide ya del espacio exterior y miles de panfletos de esperanza se han repartido con ilusión en las puertas conocidas de tantas y tantas estrellas, diminutas y cercanas, lejanas y conocidas hasta la saciedad. Tanto tiempo han guardado celosas y comprometidas nuestros deseos de libertad.
Hay plazas de sobra en este gran viaje de ilusión. ¿Te apuntas  ya?

Saludos y mucho ánimo desde el espacio exterior, una vez más. 

Alberto

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