Un soplo fuerte, inesperado y frío,
por los senderos libres y desiertos
barrió las secas galas del estío...

M. Hernández

jueves, 9 de febrero de 2012

Sueños

La noche es un gran peligro últimamente.
Llega la última luz del día y hay un vacío inmenso, una desnudez privilegiada y primaria recorre los recintos, las salas, los pasillos llenos antes de alegría, y pesadamente se ubica en nuestros corazones sin saber cómo responder a tanta penuria.
Este estado, cierto letargo consensuado en la solemnidad de los cuerpos todavía palpitantes ante el descalabro de cualquier día, me lleva a montar en guardia ante la somnolencia que se avecina.
La noche abre sus capas, la solemnidad de los abrigos, y lanza la petulancia de los sueños tras el descanso apetecido. La noche se asemeja a una gran cebolla, a una caja de muñecas una dentro de otra de forma infinita. Nunca se sabe en la pelea de los sueños quien va tumbar a quien. Y nosotros, ya en un estado hipnótico cerramos los ojos y nos lanzamos tras la aventura desconocida de todos las noches.
A veces la luna nos da un beso, lanza sus labios de aire sobre la gran cebolla imposible y un destello de sueños incomprendidos surca el vacío, la desnudez de los desiertos o la posición de los cuerpos en las batallas del amor, que más bien parecen cetáceos blancos esperando la muerte en una playa en bajamar, sorprendidos ante la ausencia del líquido natural.
Todo pasa con nosotros estando nosotros ausentes. La vigencia de la incomprensión ante lo que pasa, la inocencia de esa amalgama de sueños y pensamientos que rebota en las paredes de los apartamentos, que se lanza jubilosa en la soledad de las avenidas en la madrugada, o sencillamente recorre impotente la guardia de los hospitales sorprendida todavía de la vigilia de algunos seres "extraños" que no duermen. Todo ello ocurre alrededor de nuestros cuerpos inertes, tal vez solamente perturbado mínimamente por los ruidos de las cañerías en la madrugada.
Pero en la inmensidad de los desiertos todo cambia. Los sueños salen en la madrugada en hileras impresionantes y buscan el rumbo de las estrellas. Aquí no hay obstáculos en los que imaginar correrías ni fachadas en donde buscar historias de princesas y dragones. Aquí, igual que en las profundidades incólumes del mar, el espacio se abre en todas las direcciones sin un significado especial y todo resulta tan monótono como el primer día. La noche absorbe todos los sonidos y mientras los hombres duermen y las mujeres velan los últimos suspiros de algún amor consensuado, hay una procesión de sueños todos juntos, acodados que semejan un rosario, una procesión de deseos intranscendentes que pululan en la culpabilidad de toda esta inmensidad.
Se hablan entre sí, se maldicen, ríen hasta el paroxismo en otras ocasiones …….y de alguna forma comprensible esperan en su vigilia la calidez del día que llegará para morir plácidamente de nuevo en un beso de arena.
Cuando no puedo dormir y sueño despierto los escucho burlarse de nosotros, de los afanes del día, de nuestras metas diminutas en la inmensidad el tiempo. Y escucho sus conversaciones de viejos sobre nosotros, sobre la profundidad de la banalidad de todos los días. Nos alaban a veces ciegamente, igual que un padre a un hijo o se burlan desconsideradamente igual que un mal vecino en las tardes de los domingos, desocupado y embriagado en exceso.
Nosotros hace ya varios meses que hemos orientado nuestros sueños, no hacia alguna estrella conocida sino hacia un rumbo desconocido para nosotros. No sabemos cómo funciona este artilugio, pero todos nuestros sueños –los vuestros desde el cautiverio y los nuestros desde este desazón que nos come por dentro- se juntan en algún lugar señalado, privilegiado….consensuado….y desde allí….lentamente…cada noche empieza la procesión de la esperanza. De toda nuestra esperanza.
Lentamente abren sus baúles, sus mochilas…igual que los niños en una excursión sacan los bocadillos preparados mágicamente por las manos de sus madres…y van extrayendo nuestros recuerdos, las conversaciones sobre la fetidez del mundo de un día cualquiera, las sonrisas de alguna cena en la mirada de la tarde, y tantos y tantos pensamientos que nos hicieron ser en algún momento propietarios de la presunción de la vida que se lanza siempre en retirada.
No estamos solos, distantes sí pero nos solos. Todos esos sueños que se ubican en la inmensidad de estos desiertos y caminan lentamente en un juego de recuerdos, no nos olvidan …al contrario…nos unen en la impotencia de esta tragedia, en esta ausencia impuesta.
Yo sé que parece imposible, que parece un juego…pero las tuberías de la realidad insondable nos comunican todas las noches. Venden nuestras sonrisas descompuestas, nuestras voces son intercambiadas en un mercado de sueños y no se llevan nuestros cuerpos ya que estos se aferran a nuestra realidad conocida. Menos mal, claro.
Somos tan grandes, ahora que los sueños nos comunican sin saberlo.
Mañana despertaré tras otra noche de insomnio, leeré estas palabras y sabré que están bien. Como un pergamino descosido que se ha lanzado al borde de mi puerta, estas palabras que no sé de dónde vienen me dicen de alguna forma que seguimos soñando en vuestra liberación, y que este es el sueño más manejado últimamente en los mercados de la noche.
De todas formas, violado por esos sueños que juegan lejos allí en todas las madrugadas, no me puedo dormir otra noche más.
Espero que me perdonen por escribir en el filo de la madrugada sobre algo tan voluble como los sueños.

No hay solución, la noche sigue siendo un peligro últimamente
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