Un soplo fuerte, inesperado y frío,
por los senderos libres y desiertos
barrió las secas galas del estío...

M. Hernández

lunes, 31 de diciembre de 2012

Héroes de una tradición centenaria

"Creo que soy el último escribiente profesional de Tombuctú". Boubacar
Sadeck, de 38 años, habla con nostalgia del oficio que ejerció durante
más de una década en la legendaria ciudad del Sahel. Se dedicaba a
copiar a mano, por encargo y con la mejor caligrafía, los antiguos
manuscritos, la mayoría de los siglos, escritos en árabe o en lenguas
africanas, pero siempre con alfabeto árabe.

"Con las fotocopiadoras, los microfilms, surgió una fuerte
competencia porque muchos clientes optaron por lo fácil y barato, pero
los recientes sucesos nos han dado la puntilla a los escribientes",
prosigue Sadek al teléfono desde Bamako, donde en abril se refugió con
toda su familia. Un mes antes, tres grupos armados, dos de ellos
terroristas, se habían apoderado del norte de Malí, incluida Tombuctú.

De su época de esplendor se conservan en Tombuctú y sus alrededores
entre 180.000 y 300.000 manuscritos, según las estimaciones, sobre
todo en casas particulares aunque desde los ochenta han abierto
algunas bibliotecas públicas y privadas subvencionadas.

Los tuaregs radicales de Ansar Dine y la rama magrebí de Al Qaeda, que
controlan la ciudad de 55.000 habitantes, están empeñados desde el
verano en derribar los mausoleos erigidos para venerar a los 333
santones que allí residieron ¿Destruirán también los manuscritos?

Abdelkader Haidara, de 47 años, que heredó en 1981 de su familia la
biblioteca Mamma Haidara en Tombuctú, con 9.000 volúmenes, confía en
que no suceda. Los islamistas "no han dado ninguna indicación de que
querían acabar con los manuscritos y eso que muchos de esos legajos no
hablan de religión sino de ciencias, gramática, historia, etcétera",
explica al teléfono desde Bamako, donde también se ha refugiado.

Cerca de 9.000 obras reagrupadas en el Fondo Katí fueron escritas por
musulmanes expulsados de la península Ibérica a finales del siglo XV y
narran la vida de ciudades como Toledo, Córdoba etcétera. El Fondo
Katí se fue constituyendo gracias, en parte, a ayudas públicas
españolas.

"Pero la llegada de los islamistas conlleva otros problemas", asegura
Haidara. "Todo el trabajo de catalogación, restauración,
digitalización que hicimos durante años ha quedado paralizado", se
lamenta. "Las bibliotecas están cerradas y nadie puede investigar",
prosigue. "Puede incluso que se acabe desbaratando nuestra labor
porque la gente esconde, por prudencia, sus manuscritos y no siempre
en lugares adecuados para su preservación".

Lejos están los tiempos en que, por cuenta del Centro del Centro de
Documentación e Investigación Ahmed Baba, una institución pública
maliense, Haidara recorría la región de Tombuctú en búsqueda de
manuscritos que salvar que compraba a sus dueños. "Los manuscritos
históricos eran los que más se cotizaban", recuerda.

Llegó a pagar hasta 150.000 francos CFA (228 euros) por un manuscrito,
una cantidad ingente en aquella paupérrima región, aunque algunos
campesinos preferían que les diese ganado y no dinero a cambio de su
incunable. Haidara se vanagloria de haber rescatado más de 10.000
manuscritos.

Sadeck, el escribiente, no ocultó los manuscritos por temor a la ira
islamista, sino que se llevó con él medio centenar de libros antiguos
en su huida de 850 kilómetros, por carreteras no asfaltadas, de
Tombuctú a Bamako. El Artesano escribiente de manuscritos del siglo
XVI, como reza su tarjeta de visita, sigue trabajando en Bamako, pero
ahora por amor al arte.

"Antes había extranjeros adinerados que me encargaban copias —tardaba,
por ejemplo, tres meses en reproducir un manuscrito de 500 páginas—
para llevárselos a sus casas, pero ya no vienen a Tombuctú ni tampoco
a Bamako", recuerda Sadeck. "Me hubiese gustado fundar una escuela
para enseñar la caligrafía a niños y mujeres", continúa imparable.
"Las mujeres querían aprenderla para decorar sus hogares colgando, por
ejemplo, poemas en las paredes".

Sadeck evoca ese tiempo "hace siglos, en que medio millar de
escribientes trabajaban en Tombuctú y se ganaban bien la vida". "Ahora
no queda ni uno", sentencia. "Yo era el último y no tengo a nadie a
quien enseñar".

http://cultura.elpais.com/cultura/2012/12/29/actualidad/1356808373_914010.html

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